Honrar la vida: un quehacer del duelo y de la existencia misma
“La vida es terrible y maravillosa al mismo tiempo” escribió Viktor Frankl, neurólogo y psiquiatra que estuvo preso en campos de concentración en la 2.ª Guerra Mundial. Esta frase ha cobrado aún más significado en este periodo en el que estoy viviendo mi duelo por la muerte de mi hija Ana Paula (si eres nuevo en mi blog puedes leer esta entrada para tener el contexto: https://substack.com/home/post/p-154064374?utm_campaign=post&utm_medium=web). Vivir el duelo es sentir precisamente esa sensación de “la vida es terrible y maravillosa”: terrible porque tu ser querido ya no está y lo extrañas, y maravillosa porque la vida sigue y está en nosotros vivirla o no a plenitud.
Para mí ha sido un proceso donde hay subidas y bajadas. No siempre es muy agradable experimentar la tristeza, el vacío, extrañar a mi hija. ¿Por qué cuento todo esto? Hace poco dos personas en diferentes momentos, me dijeron: “¿Sientes culpa de ser feliz?” y “Disfruta lo que no podías antes”. Me dejaron pensando. Los que murieron ya no están, desde mi fe católica sé que Ana Paula está mucho mejor, porque está con Dios. Los que nos quedamos “acá” somos lo que sufrimos, sin embargo, como dice la Dra. Edith Eger, la pregunta existencial a la que debemos confrontarnos es: ¿y ahora qué? Y, al menos para mí, creo que la respuesta es clara: toca seguir viviendo. Pero ¿cómo quiero vivir?
“La mejor manera de honrar a quien se ha ido es seguir con su legado y volver a ser feliz”. Esta idea que escuché de la tanatóloga Gabriela Pérez, hoy resuena en mi corazón. Tenemos una sola vida. “Memento vita una, brevis, propria”, “recuerda que la vida es una, breve y propia” dice un antiguo proverbio filosófico. Nuestros seres queridos fallecidos nos amaron en vida y querrían lo mejor para nosotros, querrían vernos felices. Sufrir por ellos, aunque es humano y es parte del duelo, no debería durar para siempre. Para honrar su memoria creo que algo muy valioso que podemos hacer es honrar nuestra propia vida, es comprometernos a vivirla con sentido, con plenitud, a tejerla de acciones valiosas que hagan sentir orgullosos a esos seres amados que ya descansan en paz.
Honrar la vida: una gran tarea
Lo que voy a compartir ahora te lo digo a ti, querido lector, y me lo digo a mí misma, que paso ahora por el gran dolor de la pérdida de una hija. Lo escribo a manera de reflexión, para interiorizarlo, para asimilarlo, como un recordatorio de una gran tarea que tengo por delante, que estoy intentando realizar día con día, algunas veces sin tantas ganas, otras con mejor ánimo. No soy “maestra” en esto, es una reflexión que pienso que puede ayudarnos a todos, seamos dolientes o no. Honrar nuestra vida es una gran tarea que la vida misma nos llama a realizar. El regalo precioso de la existencia espera a ser desenvuelto, disfrutado, saboreado, y aunque no está exento de sus toques amargos o agridulces, el regalo ya está, ya estás en la existencia. Tener enfrente ese regalo y no desenvolverlo por miedo, por dolor, o por lo que sea sería un gran desperdicio. ¡De cuántas cosas nos estaríamos perdiendo!
A continuación te comparto lo que para mí implicaría honrar la vida, esa vida que es una sola, que minuto tras minuto va transcurriendo y tiene un fin.
¿Cómo honrar la vida?
Aceptar lo que venga. Lo bueno, lo no tan bueno, lo hermoso, lo terrible, salud, enfermedad. Aceptar lo malo o las tragedias no es fácil, pero entre más pronto lo hagamos, más pronto podemos encontrar soluciones o posibilidades, más pronto vamos fluyendo con lo que nos presenta la vida. De nada sirve pelearse con la realidad. Viktor Frankl nos enseña que cuando se nos presenta una situación inevitable e inapelable (como una enfermedad incurable, un accidente que nos imposibilita, etc.) el sentido supremo en esa situación es aceptar el sufrimiento. ¿Fácil? Para nada, pero muchos lo han logrado y han hecho de su vida un triunfo personal, que deja el gran ejemplo de que el espíritu humano puede sobrellevar las dificultades.
Es importante darnos cuenta de que cada cosa que vivimos, lo elijamos o no, es parte de nuestra vida. Las situaciones difíciles son grandes maestras y si las consideramos como “pasajeras” perdemos lo que vienen a enseñarnos. En “El hombre en busca de sentido” Frankl escribió que muchos prisioneros consideraban su situación como errónea, como un paréntesis, pero para Frankl eso les hacía perder la oportunidad de crecer como personas y al final, perdían el sentido.
Honrar el presente viviéndolo de forma consciente. Vivir sin consciencia del presente hace que literalmente nos perdamos de lo que ocurre en la vida: desde momentos únicos con personas queridas, atardeceres, de disfrutar las cosas sencillas de la vida, hasta ignorar a quienes pasan a nuestro lado y tienen alguna necesidad. Más aún podemos estar perdiéndonos oportunidades valiosas de realización o de creación de recuerdos por vivir enajenados. El uso del celular ha influido para que dejemos de vivir en el aquí y en el ahora.
Honrar tu vida encontrando el sentido. Para Frankl, el sentido es algo que el ser humano tiene que descubrir (no inventar), ante las situaciones de la vida. Para él en cada una de estas situaciones hay “posibilidades de sentido” y la persona está llamada a descubrir y realizar ese sentido. Dice Frankl que esas posibilidades de sentido “no solo varían de persona a persona, sino también, dentro de una misma vida, de situación a situación”. Puedes preguntarte en este periodo de tu existencia, ¿a qué te llama la vida? ¿Cuál es el sentido que descubres? Puedes buscar ese sentido o sentidos en lo que consideras más valioso, de hecho, esos valores llevados a la acción son precisamente el sentido. Ejemplo: quedaste de ir a cenar con un amigo, pero tu hijo está enfermo. Si bien la amistad de esa persona es importante para ti, ves que es más importante estar junto a tu hijo y cuidarlo. Eliges esa acción en lugar de ir a la cena, eliges con base en tus valores, y al hacer eso, es más probable que te sientas mejor contigo mismo y más coherente. Lo más importante de este punto es que estés consciente de que el sentido se actúa, como dice Frankl: “No respondemos a la vida con palabras sino con acciones (...) de las que nos hacemos responsables”.
Honrar a los que amas. Es parte de vivir con sentido y consciencia. Si digo que tales personas son valiosas para mí, ¿les dedico tiempo? ¿Me intereso por sus problemas, les expreso cariño, les asisto en alguna necesidad? Si nunca “tengo tiempo” es que realmente no son tan importantes. La vida pasa muy rápido y un día ya no estarán. Entregarse y amar a los demás es también una fuente de sentido en la vida y de autotrascendencia.
Honrar tu vida haciéndote responsable de ella. Tu vida es tuya y de nadie más. Si bien no controlamos todo lo que nos pasa, sí podemos elegir cómo reaccionar o qué hacer ante lo que nos sucede, como no enseña Frankl: “Al hombre se le puede arrebatar todo, salvo una cosa: la libertad humana —la libre elección de la acción personal ante las circunstancias— para elegir el propio camino”. Echar la culpa a los demás de cómo somos o de lo que nos pasó, no nos lleva a ningún lado. Podemos elegir sentirnos víctimas de las circunstancias o podemos elegir trabajar en nuestra sanación para luego crecer a partir de aquellas.
Honrar tu tiempo. Viktor Frankl dice en El hombre en busca de sentido que la vida es transitoria (es decir, que tiene una duración finita) pero que no por eso es carente de sentido, pues en todo momento el hombre debe hacerse responsable de sus acciones, que quedan grabadas como una “huella inmortal en la arena del tiempo”. Además, invita a ver los días que ya transcurrieron como si fueran un tesoro que acumula a lo largo del tiempo, trabajos, amores y sufrimientos aceptados con valor, de los cuales habría que sentirse orgulloso, en lugar de lamentarse porque el tiempo de la vida se va terminando. ¡Qué gran forma de mirar el pasado! Podemos preguntarnos, ¿cómo estoy gastando mi tiempo? ¿A cosas o personas que me aportan, que son importantes para mí, o a cosas que no me dejan nada y solo me están distrayendo?
Por los que ya no están y por ti mismo: honra tu vida
Retomo la frase de la tanatóloga Gaby Pérez: “La mejor manera de honrar a quien se ha ido es seguir con su legado y volver a ser feliz”. Para quienes pasamos por la pérdida de un ser amado, suena retador “volver a ser feliz”. Parecería como una montaña inescalable. Pero si lo pensamos como una ofrenda para quienes han partido, podemos ir dando pequeños pasos cada día. Un paso a la vez, se puede lograr.
Continuar con el legado de mi hija es una gran responsabilidad que yo tengo por amor a ella. Honrar mi vida es honrar la vida de ella, que le gustaría verme feliz y plena. No he conocido una persona más luchadora que Ana Paula. Ante la multitud de situaciones médicas por las que le tocó pasar, algunas que casi le cuestan la vida, siempre su voluntad de vivir se mostraba, y Dios la sostenía y la sacaba adelante. Para nosotros como familia, para nuestros amigos cercanos, y el personal médico que la atendía, esto siempre era un motivo de admiración. Ella volvía a sonreír, ¡a pesar de todo! Ella no podía valerse por sí misma, no podía hacer nada, y haciendo nada hizo mucho. Unió a muchas personas fuera y dentro de las redes sociales para pedir por su salud. Muchos que estaban lejos de Dios, se acercaron a Él, tan solo por nuestra hija. Despertó en muchos la ternura y la compasión. Seguramente dejó sembrada la semilla de la fe en muchos otros, aunque no lo sepamos, y pienso que hizo muchas otras obras que desconocemos pero que Dios sí conoce.
Y tú, querido lector que no estás de duelo pero que también tienes una vida por delante, la invitación es también para ti: honrar tu vida, día tras día, es el mejor legado que te llevarás al final de ella y dejarás a quienes amas.